jueves, 9 de julio de 2009



Alejandra Guerrero Martínez
(Guadalaja, 29 de julio de 1994,

vivo en San José hace tres años)

Narrativa



¿Algo extraño o familiar?
Año 3000.
Cuando en planeta ya no se escuchaban el canto de los pájaros.
Mientras caminaba apresurada para llegar al edificio vacío donde antes hubo un Templo, mi mente confundida sólo repetía “aunque te parezca muy extraño, asi es…”
Miraba a mi alrededor y percibí que se oía una rara voz en la pantalla de una televisión enorme que flotaba en medio del grisáseo cielo nublado.
Me detuve ante esa especie de “dirigible” que hablaba y hablaba y hablaba… Un locutor del año 3000 usaba una especie de casquito con óxigeno para poder hablar…
-“Los científicos más preparados nos acaban de revelar el siguiente dato:
La humanidad lleva viviendo más de un siglo soportando los cambios del “calentamiento global. La últimas investigaciones han revelado que al principio del siglo XXI la gente vivía con pánico a la espera del llamado “fin del mundo” ya que se creía que la especie humana no dudaría más de veinte años con esto. Pero ahora nos hemos dado cuenta de que el supuesto “cambio” se ha vuelto más normal de lo esperado.-“

Finalizó esa voz despreocupada de la televisión y la gente que pasaba por aquel lugar, ocupada solamente por sus propios problemas, no prestó ni la mínima atención en aquello que les parecía algo tan común: la destrucción de nuestro entorno era algo muy familiar en el año 3000.


La leyenda de Dominique Rastignac

En un lugar oscuro y solitario, a las afueras de Montglane, Francia, habitaba Dominique Rastignac, un adinerado veterinario que nunca llegó a conocer el valor del amor hasta que lo perdió todo.Era un viejo solitario y cascarrabias. No simpatizaba mucho con la gente. Solamente vagabundeaba por su negocio: una tienda de animales conocida como “el gato gris”. Esperando que estos días grises en su negocio, llenaran el vacio que le había dejado la muerte de su esposa y sus siete hijos a causa de la “peste negra”. El dolor se apoderó de su cuerpo dejando maldad y rencor en sus ojos. Al acaudalado Dominique Rastignac sólo le conmovía el dinero.

Cuenta la Leyenda que el séptimo día del séptimo mes, del año 1799, se encontraba Dominique Rastignac en su tienda, dónde a través de la ventana se colaban cálidos rayos de sol de verano que bañaban su rostro. Su corazón enegrecido se llenó de alegría al ver que venía un cliente con una jaula que se sacudia de lado a lado.

Dominique rápidamente se pusó de pie para recibirlo.
-¿Domonique?-preguntó el extraño forastero mientras dejaba caer la capucha sobre su espalda para dejar ver su pálido rostro.
-¡Oh! Que gusto verlo aquí.
No terminó de decir esto cuando el forastero prosiguió.
-¡Le pagaré un millón de francos si logra descubrir la enfermedad que atormenta a mi perro.

Al escuchar esa cifra de dinero, los ojos de Dominique le brillaron como el sol.
-Hace mucho que no come, le sale espuma del hocico, y sus ojos se tiñeron de color rojo.

El forastero terminó su descripción, y Dominique todavía atónito por la cantidad de dinero, hizo un ademán para que pasaran.
El corazón de Dominique, movido por el dinero, palpitó con más fuerzas cuando el forastero puso la jaula sobre la mesa. Se movía de un lado a otro con mucha fuerza.

Sin pensarlo más de un minuto, Dominique abrió la jaula y la fiera saltó sobre su rostro y comenzó a morderlo hasta deformarlo.

Se decía que el perro tenía una “maldición”, ya que su dueño había hecho daño a muchas personas por su ambición… Y una mujer a quien el dañó lanzó una maldición sobre el perro ya que era un animal muy amado, y ella sabía que su dueño enloquecería al verlo enfermo.
Dominique al verlo salir de la jaula, sintió el frío de la maldición causada por el daño de ese veneno.Ya que él también se había dañado así mismo con este veneno: la ambición.
Mientras ambos veían al animal herido sobre la mesa, un rayo de luz se coló por la ventana que antes había iluminado el rostro de Dominique.
El animal estaba tan cansado que se veía como dormido, ya casi sin vida. Y tanto su dueño como Dominique al verlo sintieron una compasión que ninguno de los dos jamás antes habían experimentado.Por lo que Dominique extendió su mano avejentada y temblorosa para acariciarlo, y en cuanto lo tocó, el animal abrió los ojos… como agradeciendo sus últimos días.

Los rayos de sol insistían en enfocar los rostros allí presentes. Parecía que el ambiente se había liberado de la tensión de los venenos humanos, la ambición y el dolor. Ahora en la tienda “el gato gris” se respiraba un aire compasivo, ya que Dominique y el dueño del animal herido, se habían liberado en ese momento de luz de sol de sus propios venenos.


LO INESPERADO
(o el rostro verdadero)
Por Alejandra Guerrero

Me encontraba ahí, asustada, escondida en aquel lugar tan solitario y misterioso. Pero al parecer era mi única salida después de todo lo sucedido, hasta entonces.
Todo parecía normal. Un día más, aburrido como siempre, atrapada tras las paredes de la escuela, como siempre.Los maestros parecían normales, en ese momento, ¿Quién se iba a imaginar lo que me sucedería?
Sonó el timbre de salida de la escuela. Todos estaban muy emocionados por salir y disfrutar un largo fin de semana. Recogimos nuestras cosas, y como ya estaba planeado, todo el grupo fuimos al cine. Compramos los boletos y algunos una bolsa de palomitas, listos para entrar a la sala. Una vez dentro, sentados en sus habituales butacas. Me di cuenta de que no estábamos solos, sino que nuestro maestro de vocación (se podría decir que el maestro más bueno de todos) estaba sentado a la espera del comienzo de la película.No me sorprendía verlo ahí, por que él también podía ir al cine si quería. Lo que me sorprendió era el inusual atuendo que llevaba puesto. Parecía un detective de la antigua Inglaterra. Con su capa y sus botas.
Cuando salimos del cine ya estaba oscuro, así que decidimos irnos a casa.
Cuando salí, me di cuenta de que nuestro maestro Luis nos seguía a una distancia insospechada. Sentía como su mirada se clavaba en mi nuca cada vez que empezaba a caminar.

Llegué a mi casa, pero me di cuenta de que aquel lugar no era mi casa. Era un lugar más oscuro y solitario. Era tenebroso.

-Mamá, ¿dónde estamos?-pregunté con sospecha.
Me quedé sin aliento al ver que no era me madre la que estaba allí sino Luis.
En un momento de sobresalto, salí corriendo para esconderme en un lugar seguro, y estaba consiente de que esa casa carecía de uno.
Y ahí estaba, esperando a que no me encontrará en ese lugar.
Me había dado cuenta de que el maestro que todos creían bueno, no era más que un ser siniestro. Mis manos comenzaron a sudar y mi respiración se hizo más lenta.

-¿Dónde estás niña?- escuché su voz tan cerca de mi que casi sentía su aroma a odio.- Sabes que de aquí no podrás salir.- Cada ves se hacia más fuerte su voz y la sentía más cerca.

El pánico se aferró a mí totalmente y solté un fuerte gritó que dejó a la luz mi paradero.
Oía como alguien intentaba girar la perilla de la puerta y en eso, vi su rostro malévolo, anteriormente angelical y supuse que ese era mi fin. Suspiré hondo y esperando el impacto de su cuchillo contra mi pecho cerré los ojos y con una mirada interna vi mi cuerpo tendido en el piso.

***
Nina la gata rubia que me despierta cada mañana, estaba a mi lado,
Y sus uñitas afiladas jugaban con mi pelo, desperté como cada día.
Ese día desperté con un singular estado de ánimo, me di cuenta
Que aquel temor que me hacía morir era solo una máscara, que mi pesadilla era sólo el sueño del miedo, pero ahora se reflejaba mi verdadero rostro. Un rostro cálido, audaz, felino, vital que tenía el poder de alejar cualquier mal sueño, cualquier temor.
Mi verdadero rostro buscaría su felicidad (y la de otros).


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